Hervás. Paseo a 'La Chorrera'. Visitas: 12771
amadeo@amadeoacera.net Actualizada el 16 de junio de 2003.

La marcha a La Chorrera quizás sea para mí la más entrañable. Todavía recuerdo cuando mi madre me echaba un bocadillo en la mochila y me iba con los amigos a dar 'fe de él' a La Chorrera. Ahora, cada vez que voy, en algún paso del camino, me vienen imágenes de entonces que hacen retroceder el tiempo unos cuantos años.

Amanecer.El Convento.A las ocho de la mañana, cuando el sol todavía descansa detrás de El Pinajarro, comenzamos a mover nuestras dormidas piernas, todavía algo perezosas, hacia la salida del pueblo flanqueada por El Convento, al que tendremos obligatoriamente que pagar con una inexorable mirada, como si tratara del juez que confirmase nuestra partida.

Después de cumplir con ese ritual nos dirigimos hacia El Puente de Hierro, donde los cansados raíles de su anciana vía nos servirán de verdadera línea de salida. Quizás sea el momento de ajustarnos las botas, colocarse la mochila, y robarle una buena bocanada de aire a la mañana para afrontar las dos horas de camino que nos quedan por delante.
El Puente de Hierro.La marcha se inicia tranquila, charlando, comentando el aspecto de las últimas casas que abandonan el pueblo.

La pista a Marinejo.A través de cerezos, nogales, huertas, y como no, el susurro del río Ambroz, el camino, convertido en una cómoda pista, nos aleja poco a poco, casi sin darnos cuenta, y ya, sintiendo en la garganta el jadeo del incipiente esfuerzo, nos encontramos solos.

A un lado el río, y al otro los robles del monte, que parecen inclinarse para comprobar si somos los mismos que pasaban por ahí hace ya algunos años.

El sol comienza a jugar entre los huecos del monte, y después de algo más de media hora y algunos quiebros del camino, llegamos a nuestra primera parada, Marinejo. Realmente no puedo hablar de Marinejo sin remover el cajón de la memoria. Se podría hacer una lista interminable de sensaciones. Solamente hay que girar la cabeza a un lado y a otro para ver caminos, puentes, casas grandes y pequeñas, rocas, prados, troncos, un río, frescor, verde ... Marinejo.No es necesario hacer grandes esfuerzos para imaginar lo que un puñado de amigos, montados en sus calzonas, pueden hacer en este lugar. De hecho, muchas veces no solamente ha sido parada, sino también destino.

El momento es bueno para reponer fuerzas. Algo de agua y un poco de lo que llevas en la mochila será suficiente.

Hay que continuar y ganarle tiempo al sol, que ya tímidamente lo va cubriendo todo. Tras un par de curvas y a la orilla derecha de la pista, comienza medio escondido, el camino que nos pondrá a prueba. Nace tímidamente sobre unas rocas, casi no lo ves, pero ahí esta, esperándote. Tómalo con calma, sube despacio, con ritmo, y verás como poco a poco vas creciendo, cada vez eres más alto y más grande. No lo dudes, párate, llénate de lo que ves y aprovecha para darte un respiro. Ten en cuenta que al camino le gusta jugar, y más de una vez tendrás que llamarle para saber por donde anda. Y si no aparece no te preocupes, sigue creciendo y en algún momento lo tendrás bajo tus botas.

El Embalse de la Luz.Cuando parece que el camino es infinito se acaba. Ya podemos ver a través de los robles. Y nos damos cuenta de que ahí hay algo. Es como una especie de muro. No, no te sorprendas, es el Embalse de la Luz. Ya estamos arriba. Hemos llegado a la segunda y tan merecida parada. Pero vamos a continuar un poquito más adelante, hacia donde el embalse se estrecha, y allí, entre las rocas, podremos admirar el panorama que se extiende ante nosotros.

Pinajarro desde el Canal.Tómate el tiempo que quieras, ve de unas rocas a otras (ten cuidado y no te caigas al agua) y mira para todos los lados. Como puedes comprobar, no estás solo, desde este momento El Pinajarro está ahí, observándote y guiándote, ya que hacia él tenemos que ir.

Al lado izquierdo del canal que trae el agua al embalse, y sin separarse de él, se inicia casi sin querer un pequeño camino. Rápidamente te darás cuenta de que se trata de uno de los caminos más bonitos que hayas andado. Los robles que lo cuidan irán contigo para que el sol no te preocupe. Ve lento, sin prisa, disfruta de cada paso, ya estamos cerca. No merece la pena pasar de largo.

El camino a La Chorrera.El camino transcurre tranquilo. Llegaremos a un pequeño arroyo sobre el que pasaremos. Aquí el camino cambia de dirección y nos acerca cada vez más a nuestro destino. Nos queda el último tramo. Poco a poco vamos intuyendo que falta poco. El río ya se oye, y con unos pasos más, ahí está, como tallado sobre el suelo, se precipita sin prisas. Parece que le gusta jugar entre las piedras, escondido bajo los árboles.

No te separes del canal, continúa, y en un momento verás de lejos nuestro objetivo. Sorpresa, no es una sino dos chorreras. Las Chorreras.Pero de todas formas, cuando los del pueblo decimos que vamos a La Chorrera, decimos que vamos a la de arriba. Así que venga, un poco más, merece la pena. Aquí tendrás que trepar un poco por la ladera que tienes a la derecha. Ten cuidado. Sube, continúa hacia adelante, baja y ahí está, La Chorrera. Hemos llegado.

Yo siempre me pongo delante, y me paso un buen rato viendo cómo la cola cristalina que forma el agua en su caída se estrella sobre las rocas, y pienso, la verdad es que merece la pena haber llegado hasta aquí.

La Chorrera.Pero para mí, todavía no ha terminado la marcha. Te recomiendo que te des un último empujón, y subiendo despacio y con mucho cuidado por la parte izquierda de La Chorrera, vamos ascendiendo con el objetivo de subir a su parte alta. Prefiero repetirme cuando te digo que tengas mucho cuidado.

Pinajarro desde La Chorrera.Cuando llegas, y desde las rocas que juegan con el río, puedes ver como el Pinajarro te observa de cerca, vigilando tus movimientos, como si fuera el guardián de ese lugar, donde si te descuidas, el tiempo transcurre sin avisar. Si miras hacia atrás, podrás ver el cerro donde se encuentra el Embalse de la Luz, y así cuando vuelvas y mires desde allí hacia La Chorrera, te harás una idea de dónde has estado.

Y bien, esto es todo, espero que te haya gustado el paseo, y si algún día lo haces, ojalá que disfrutes tanto como yo cada vez que voy.


Amadeo Acera. 2003. Volver